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(ABC) El río Paraná, coloso de Sudamérica y 10ª cuenca del mundo, sufre su peor bajante en más de medio siglo y es un enigma si la causa obedece a un ciclo natural o al cambio climático, con efectos inciertos a largo plazo. Está vinculada con las aguas subterráneas del Acuífero Guaraní, una de las mayores reservas de agua dulce del planeta.
Segundo en extensión detrás del Amazonas en América del Sur, el Paraná viene encogiéndose desde 2019 y ha tocado mínimos que no tenía desde 1940.
Los expertos dudan si recobrará la exuberancia que lo convirtió en la principal vía de integración del Mercosur, aun cuando llegue la temporada de lluvias en diciembre.
En los últimos meses la bajante afectó la navegación mercante, la generación eléctrica, la pesca, la industria turística, la provisión de agua para consumo y riego, y modificó el relieve, el agua y el suelo de una forma que nadie aventura si será permanente.
El caudal promedio del Paraná es de 17.000 metros cúbicos por segundo, pero cayó hasta los 6.200 m3/s, apenas por encima del valor mínimo histórico (5.800m3/s) registrado en 1944.
Esto redujo a la mitad la generación eléctrica en la central binacional Yacyretá, en el límite entre Argentina y Paraguay, que aporta 14% de la energía eléctrica a Argentina.